En estos días en que se está celebrando el macro juicio por las víctimas del atentado terrorista del 11-M (11 de marzo de 2004 en Madrid),con 191 personas muertas y casi 1.500 heridas, se me vienen a la mente las imágenes que tanto JM como yo vivimos aquella mañana de finales de invierno…
Mientras las bombas estallaban, yo esperaba en la estación de Chamartín, a punto de coger ese tren que me llevaba casualmente al pueblo de San Fernando de Henares, y que obligatoriamente tenía que pasar por las estaciones objeto de los atentados (línea C-2 de cercanías en dirección Guadalajara). Y digo “casualmente”, porque aunque trabajaba en otro lugar, precisamente aquel día tenía reunión en el Ayuntamiento de ese municipio madrileño. Gracias a “algo” o a “alguien”, me quedé dormido y desperté mas tarde de lo necesario… En cuanto a JM, las explosiones tuvieron lugar a escasos metros de su puesto de trabajo (Estación de Atocha), justo cuando ya se había incorporado a su mesa de despacho… Como todas las mañanas, nos habíamos despedido con un beso y un “hasta luego, nos vemos para comer…”
Aún conservo en la retina las noticias de pánico que llegaban confusas sobre consecutivas explosiones, mientras esperaba a coger aquel “tren de la muerte”… El servicio ferroviario fue suspendido en vista de los acontecimientos, aún sin datos confirmados ni cuantificados (las cifras se hacían infinitas: bombas, víctimas, herid@s, autoría,…) Todo era caos, y los munitos, interminables… Quise efectuar unas llamadas desde mi teléfono móvil, pero las líneas estaban colapsadas y la gente corría presa del pánico… Miedo del que yo también me contagié por no saber nada de JM, ni de algun@s compañer@s mí@s de trabajo que cogían aquel tren en las estaciones objeto de aquella masacre. Por unos minutos quedé inmóvil, sin saber dar un paso hacia ninguna dirección; petrificado en el andén ante las noticias que anunciaban por la megafonía de Chamartín.
Horas más tarde supe que JM fue con sus compañeros y compañeras de trabajo a donar sangre y a ayudar en el rescate de víctimas. Experiencia que él tampoco olvidará. De vuelta a casa, yo quedé preso en un interminable atasco de tráfico donde veía pasar decenas de ambulancias, taxis con pañuelos blancos asomando por sus ventanas y autobuses llenos de víctimas en dirección al Hospital de La Paz, frente al cual vivíamos. Poco a poco iba recobrando el sentido de la realidad y saliendo de la incredulidad que produce el despertarse de una pesadilla… Pero no quisiera recrearme aquí en los detalles de aquella nefasta experiencia…
Casi tres años después, ha comenzado el juicio a los presuntos autores de tal masacre. Y esto me ha hecho recordar imágenes e instantes que me empeñé en olvidar…
A alguien le llegué a escuchar decir que “España es un país donde matar no sale gratis, pero, según la ley, muy barato…” Y digo esto porque me indigna que el Fiscal de la causa haya pedido una pena de 38.000 años de cárcel para Mohamed “el Egipcio”, como principal inculpado del 11-M.
Cierto que una de las cosas que aprendí al estudiar el Derecho Penal Español en mi carrera de Derecho, es que la finalidad de la pena es la “reparación, regeneración y reintegración” de quien delinque. Ahora bien, ¿qué sentido tiene solicitar 38.000 años de cárcel, si se sabe que la Ley regula los instrumentos necesarios para que la persona culpable no cumpla ni siquiera 30 años de prisión, aplicando “atenuantes”, “buena conducta” , etc…
Esta misma situación es, desgraciadamente, extrapolable a otras personas que han cometido atentados en España, en nombre de la banda terrorista ETA que, pese a tener en “su currículo” muchos asesinatos atroces, son excarceladas por estricto cumplimiento de este “defectuoso” y “blando” Código Penal Español. Y a estos calificativos añado el de “injusto”. Sí, porque mientras terroristas salen de sus rejas y recobran una libertad que indigna a la mayor parte de la población (sin que manifiesten públicamente su arrepentimiento), hay otras personas presas sin que la reducción de la pena se les aplique, aunque sus delitos sean el fruto de un robo para poder comer, matar a alguien en defensa propia, cometer un homicidio involuntario por atropellar a alguien con su coche por llevar unas copas de más de alcohol, matar a un animal en peligro de extinción… Y todo ello, pese a su arrepentimiento, buena conducta, alargamiento de sus juicios sin consideración a su situación familiar, ni apenas recursos económicos para defenderse ante los Tribunales… Tampoco justifico estos delitos, calificados como tal por nuestro Ordenamiento Jurídico.
Antes estas situaciones, todas ellas delictivas, y salvando las distancias, vuelvo a reincidir en que no hacía falta pedir 38.000 años de condena para quienes cometen actos terroristas como el del 11-M y similares. Insisto: me resulta vergonzoso e indignante.
¡Cuánto mejor sería que nuestra legislación garantizara el cumplimiento íntegro de las penas ante delitos de esta envergadura, sin tener en consideración chantajes ni presiones de organizaciones pro-terroristas, que ponen a disposición de sus correligionari@s en prisión, todo un despliegue de recursos económicos y de defensa jurídica para que sus penas sean rebajadas y convertir las rejas de hierro en rejas de papel…!
(JC)
(Para quienes hemos sido víctimas, en mayor o menor medida, de varios atentados terroristas, noticias como éstas nos “revuelven” las entrañas y nos hacen posicionarnos de una manera clara, sin ingeniería lingüística, como suelen hacer desde ciertos grupos políticos… Y todo ello, en favor de la Paz y la Justicia, desprovistos de cualquier “tinte” partidista)