miércoles, 5 de marzo de 2008

"NO ES PAÍS PARA VIEJOS"


En la pasada Gala de los Oscar del Cine, la gran triunfadora ha sido la película de los hermanos Cohen “No country for old men”, acaparando, entre otras, las codiciadas estatuillas por “Mejor Película” y “Mejor Actor de Reparto”, recayendo ésta última en las manos del español Javier Bardem, tal y como pronosticaban todas las quinielas previas al magno evento, así como el resto de premios que había ido acumulando meses antes por su extraordinario papel en este film.

No he tenido aún la oportunidad de ver esta película y reconozco que sé poco de su argumento, por no decir nada. Si algo me mueve a escribir esta entrada con referencias a “No country for old men”, deviene precisamente de su traducción al castellano: “NO ES PAÍS PARA VIEJOS”. Es un título que no me ha dejado indiferente desde la primera vez que lo escuché –de esto hace ya algunos meses- y que se ha colado muchas veces en mi mente para hacerme reflexionar sobre la pésima situación en la que viven muchos de nuestros viejos y viejas en nuestro país, esos a los que eufemísticamente se les define como “tercera edad”, como si el término “viejo” –al que yo le tengo le tengo un profundo respeto- resultase peyorativo.

El título de esta película trae a mis retinas las imágenes de un reportaje que vi en televisión, no hace mucho tiempo, en el que se mostraba la situación de personas ancianas que rebuscaban entre la basura de los mercados de fruta y verdura aquellas piezas que l@s tender@s desechaban por tener alguna tara, convirtiéndolas en productos imposibles para la venta al público. Me resultó especialmente llamativo el hecho de ver un documental de similares características a otro, que unos años antes había visto en relación a algún país de Centro América, donde los menores rebuscaban entre cubos de basura para encontrar el sustento de su núcleo familiar. En este caso más reciente y tan cercano –ahora les hablo de España- fue toda una sorpresa para mí comprobar como para algunas personas ancianas consistía en un verdadero ritual ir de mercadillo en mercadillo y así poder recoger del suelo, o de entre contenedores, unos cuantos tomates, pimientos, cebollas, piezas de fruta… Y todo ello, porque no sobreviven con la pensión que reciben del Estado, después de toda una vida trabajando.

Para bien o para mal, tengo la costumbre de ponerme siempre en el lugar del otr@, y he de reconocer que aquel esfuerzo de imaginación me causó bastante daño. De repente me vi como un anciano sin apenas dinero para pagar las facturas del teléfono, el agua o la electricidad, y mendigando unos tomates machacados contra el asfalto o unas patatas casi podridas para poder alimentarme…

Si éste no es tampoco un país para nuestros mayores…¿Qué esperanza podemos tener l@s jóvenes?


(JC)