viernes, 13 de julio de 2007

"TOLERANCIA" VS "RESPETO"



Una reciente entrada que ha escrito en su blog nuestra querida amiga June Fernández (periodista profesional donde las haya…), nos ha hecho escribir esta otra, en relación al tema que ella plantea: “Tolerancia VS Respeto”. Realmente, hemos leído comentarios que nos han sorprendido, de ahí que hayamos querido agregar este escrito aclaratorio, partiendo de la base de que desde nuestro punto de vista, ambos términos son correctos, siempre y cuando atendamos al contexto en el que son empleados.

En efecto, las palabras nos obligan a sintetizar, a organizar con mayor o menor rapidez nuestros pensamientos, y al pronunciarlas procuramos hacernos comprender. Pero en muchas ocasiones, tenemos dificultades para el intercambio multilateral de conceptos y opiniones. Unas veces, porque nuestr@ interlocutor/a no nos comprende, por mucho que nuestro mensaje sea objetivamente comprensible. Y otras porque el obstáculo reside en nuestro interior, en nuestra propia incapacidad de hallar la palabra precisa, bien por ignorancia u olvido, bien por las circunstancias del momento (nerviosismo, desgana...).

Pero hay situaciones en las que es el tipo de interlocutor/a que tenemos delante (rango, cualidades, cargo que ocupa, edad, posición...), lo que nos dificulta la posibilidad de expresarnos y nos hace rebuscar en nuestro “disco duro” la palabra precisa, y muchas veces queda la duda de haber o no acertado en nuestra elección...

Desde siempre hemos dado mucho valor a una correcta comunicación interpersonal, intentando, en la medida de lo posible, adaptarnos a las características de nuestr@ interlocutor/a, y aplicarnos –sin caer en la pedantería- esa conocida máxima de que “hay que hablar con propiedad”, especialmente en temas que así lo requieren, dado que el lenguaje es una forma en la que en mayor o menor medida, respetamos a la sociedad que nos rodea, con independencia de su condición sexual (palabra que se suele confundir con "opción"-y no nosotros no tuvimos la oportunidad de "elegir" nuestras hormonas...) o cualquier otra circunstancia social, personal, cultural...

Si hoy os hablamos sobre este tema, es porque ambos
, a lo largo de nuestros más de 14 años de pareja, hemos vivido muchas anécdotas en compañía de gente que nos conoce lo suficiente o no. Ya estamos acostumbrados a expresiones arraigadas en el vocabulario habitual como "déjate de mariconadas", "no me seas maricón"..., o chistes sobre "mariquitas"... Aunque a veces duela y tengas que morderte la lengua por educación.
Recordamos una de esas anédotas que puede ilustrar lo que antes os comentábamos sobre la importancia de la palabra precisa. Fue uno de esos días en los que estábamos en una reunión de amig@s, dentro una caseta, en la feria de Utrera (la ciudad natal de JC, en la provincia de Sevilla) con nuestras amistades, vinitos, tod@s content@s y un contexto que propiciaba cantarnos un flamenquito del bueno, de ese que aunque con voz quebrada, sale del alma y transmite y llega tan hondo... Quienes conocen personalmente a JC, saben que una de sus pasiones es el flamenco y que, en situaciones como ésta, pierde la vergüenza y se "arranca" a cantar por bulerías, sevillanas, alegrías, soleares, rumbas... Realmente, disfruta cantando y poniéndole música a la vida. Volviendo a aquel momento, uno de nuestros amigos, le dijo: “Vamos, JC, cántate una de las tuyas...” Y sin dudarlo un instante, comenzó por bulerías una canción que, entre otras cosas dice: "Dame tu mano sin temor a equivocarte/Si tu me entiendes yo nunca voy a engañarte/Dame las cosas que nunca supieron darme/Te llenaré de amor.../Y no hagas caso de lo que diga la gente/Tienen envidia porque amamos libremente/Porque mi amor es como un pájaro silvestre: no se puede enjaular....”
Mientras cantaba, JC no podía evitar mirar a JM, porque muchas canciones le recuerdan momentos especiales de sus vidas compartidas, y en aquella letra estaba reflejada parte de su pequeña historia con la persona que ama.

Cuando terminó, una chica a la que hacía años que no veía desde que se fue a vivir a Madrid (amiga de otro amigo común), y que notábamos que nos observaba fijamente mientras cantaba, se nos acercó y preguntó al oído: “¿Os puedo hacer una pregunta sin que os molestéis?” “Claro que sí-le respondió JC- dime”. “¿JM y tú sois pareja?”. ¡La pregunta del millón! Ni JM ni yo somos de los que llevamos un cartel en la frente diciendo “¡¡¡ somos homosexuales !!!”, ni tenemos pluma, ni respondemos a la estética gay que venden los medios de comunicación -en muchos casos “hiper mega fashion” y sin duda, respetable- Pero JC no dudó un segundo en responderle que sí. Y ella, sonriente, prosiguió: "¡Qué alegría, me lo imaginaba! Conmigo no tenéis ningún problema; yo soy una persona muy tolerante con los gays”. La palabra “tolerante” en referencia a nosotros resultó como una cuchillada en el pecho, pero JC tuvo las fuerzas suficientes para continuar la conversación: “No te preocupes, nosotros también os toleramos a ti y a tu novio”. Aquella respuesta le cambió el semblante, tal vez porque esperaba que nos ruborizáramos, agacháramos la cabeza y con apenas un hilo de voz, le diéramos las gracias por su deferencia en "tolerarnos". Pero ya veis que no fue así, y la que se ruborizó fue ella.

Si acudimos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el verbo “tolerar” tiene varias acepciones:

-Sufrir, llevar con paciencia.
-Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.
-Resistir, soportar, especialmente un alimento, o una medicina.
-Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.

Como se puede comprobar, casi todos los significados de este verbo hacen referencia a la acción de soportar, sufrir, permitir... Por lo tanto, entendemos que la persona que dice ser “tolerante” con algo o alguien, parece ocupar una posición superior, estar en posesión de la verdad o la razón y que cede ante algo o alguien en situación de inferioridad. Por el contrario, el “tolerado”, resulta ser una persona de condición diferente a lo normal, presuntamente ilícito o irrespetuoso, que se supone debe estar agradecido con que alguien le acepte o soporte..., según sus propias circunstancias. En alguna ocasión leímos (aunque ignoramos quién lo escribió) que “la tolerancia es un repudio disfrazado de buena voluntad”.

Las vivencias personales matizan la forma de interpretar y de recibir la información que nos llega desde fuera, y posiblemente, la chica protagonista de esta anécdota no tuviera la intención de ofendernos, aunque casi lo consigue (preferimos pensar a priori en la buena fe de las personas...). La experiencia de cada un@ es el filtro que muchas veces, inconscientemente, influye en lo que pensamos o hacemos. Son estas vivencias las que, entre otras cosas, nos hacen ser distint@s al resto de la comunidad en la que nos desenvolvemos. Sin duda, la educación recibida, y por supuesto, el pasado vivido, marcarán siempre el contenido de nuestros propios mensajes internos antes de emitirlos al exterior. No obstante, nosotros seguiremos siempre esforzándonos por encontrar, para cada momento, para cada persona..., la palabra precisa. Y en este caso, no puede ser otra que la de “RESPETO”.

(JM y JC)
P.D.: Gracias, amiga June por contribuir al respeto y la igualdad a través del lenguaje.